La calidad educativa es una aspiración de la inmensa mayoría de los habitantes del planeta. En cada país, los sistemas educativos y sus autoridades son presionados por sus ciudadanos(as) para mejorar las prácticas pedagógicas y alcanzar una educación que cumpla con las definiciones contempladas en sus Constituciones o instrumentos jurídicos rectores, lo previsto en la carta fundacional de la UNESCO y, que sobremanera garantice el pleno desarrollo humano a quienes participan en las dinámicas educativas conforme a los desafíos del presente y el futuro.
Cada una de las reformas y contrarreformas emprendidas durante la última década a escala planetaria se implementan con el argumento de mejorar y/o asegurar la calidad educativa; pero a pesar que todos hablamos de calidad educativa, no necesariamente nos estamos refiriendo a lo mismo cuando opinamos al respecto. Calidad educativa se ha convertido en un término y una definición polisémica, respondiendo sus categorías, criterios e indicadores a puntos de vista e intereses históricamente diversos que no siempre coinciden con la premisa de la educación como derecho fundamental: incluyente, en igualdad de condiciones y oportunidades. Al parecer ha llegado el momento de reabrir el debate al respecto, desde la perspectiva de las y los ciudadanos y no simplemente de las corporaciones trasnacionales, ni de los gobiernos hegemónicos.
En esa dirección es urgente recuperar la centralidad pedagógica en la perspectiva de análisis del tema, colocar a los docentes en el centro de cualquier estrategia de mejoramiento de la calidad educativa y volver a la mirada holística de los sistemas educativos al valorarlos -a éstos- como parte sustantiva de la gobernabilidad construida con la gente, que le asigna socialmente a la educación tareas, retos y desafíos en el corto, mediano y largo plazo.
A pesar de las inmensas riquezas generadas en el mundo, aún millones de niños y niñas, jóvenes, hombres y mujeres son excluidos de la educación, vista ésta como un poderoso instrumento que contribuye a la emancipación, la libertad, la igualdad y la justicia social. Para estas mayorías de la población mundial, la educación continúa siendo un instrumento válido y necesario para construir inclusión, felicidad y una concepción de sociedad basada en el conocimiento, las ciencias y la ética del bien común. Otros tantos, reciben una educación que poca relación tiene con su entorno, con su realidad concreta y débilmente comprometida con la sustentabilidad ecológica de la vida en el planeta. Ello plantea enormes retos y desafíos para las y los educadores y ciudadanos comprometidos con una educación de calidad con pertinencia en un marco de inclusión.
Por ello, pedagogos(as) de una veintena de países, hemos decidido juntar nuestras manos, alinear nuestras conciencias, palpitar al unísono en nuestro sueño y con la alegría propia de los maestros(as) y profesoras(es) anunciar libremente y a los cuatro vientos que nos hemos conformado en una RED GLOBAL/GLOCAL POR LA CALIDAD EDUCATIVA.